Nuevo paradigma

Universidades de investigación: nuevo paradigma

Durante la primera década del siglo XXI y como consecuencia de la aparición de los rankings internacionales el término World Class University –Universidad de rango mundial– se convierte en una frase de moda (Salmi, 2009). A partir de este momento empiezan a surgir números estudios que tratan de analizar las características y singularidades de estas universidades de clase mundial. Según sucesivos estudios comparativos del Banco Mundial, bastantes de los atributos que poseen las universidades de rango mundial se podrían extrapolar a las universidades de investigación. Uno de los más conocidos autores, Philip Altbach, sostiene en sus informes que, dado que la evolución natural de esta época ha complementado el enfoque tradicional de las universidades –la enseñanza– y la ha dirigido hacia la investigación, las instituciones que profundizaron en ella ahora se encuentran en posiciones dominantes respecto a otras. En este punto, el especialista aclara que la investigación solo puede llevar a una universidad a ser reconocida en la medida que sea «una investigación que disminuya las fronteras del conocimiento, que pueda ser medida y comunicada» (Altbach, 2015). Es a raíz de estos estudios cuando el término “universidad de rango mundial” comienza a alinearse con el concepto investigación dando lugar en esta última década a un nuevo paradigma internacional heredero del concepto research intensive university norteamericano: La Universidad de investigación (Lavalle y de Nicolás, 2017).

La postura del Banco Mundial sobre las universidades de investigación también es clara: deberían ser promovidas en muchos otros países. En el estudio Constructing Knowledge Societies: New Challenges for Terciary Education, la organización indica que, dentro del sistema de la educación terciaria, las universidades de investigación son fundamentales «para la formación de profesionales, científicos e investigadores que la economía necesita, y para la generación de nuevo conocimiento en apoyo del sistema nacional de innovación» (Banco Mundial, 2002). Otro especialista de esa organización cita un análisis sobre la creación de patentes en el año 2007, en el que se demuestra que son las universidades e institutos de investigación las que impulsan los avances científicos en ciertas áreas –como la biotecnología, en este caso específico– en vez de las empresas (Salmi, 2009).

Las universidades de investigación son instituciones donde se concentra una buena proporción del nuevo conocimiento actual que aparece en el mundo a partir de pruebas, exploraciones y análisis, con lo cual establece relaciones clave entre la ciencia global, las ciencias sociales del país que la promueve, la cultura y la tecnología. En esa línea, como generador de tendencias intelectuales y científicas, es un eje importante de la economía y el conocimiento del siglo XXI. Por lo mismo, también cabe entenderlas como organizaciones complejas y de élites, un espacio donde solo acceden pequeñas poblaciones de estudiantes y docentes, por lo general los más brillantes y mejor cualificados de naciones enteras. Esta dinámica es lo que permite que exista una importante consolidación y retroalimentación en la comunidad académica, y que los mismos alumnos participen en proyectos de investigación y se hagan parte de sus logros (OECD 2009, Salmi 2009; Altbach et al 2011).

En muchos países desarrollados existe el consenso de que las universidades de investigación han contribuido a actualizar las disciplinas y especializaciones en el ámbito académico y científico, y al mismo tiempo a profundizar en nuevas áreas del conocimiento y comprender realidades más complejas. Con ello también ha aparecido una nueva conciencia que postula que muchos de los saberes desarrollados en el siglo XXI parecen provenir de los límites de esos mismos estudios y advierte sobre la conveniencia de demandar otros nuevos que los complementen y fortalezcan (Salmi, 2009). Este proceso ha llevado a las universidades de investigación hacia un nuevo paradigma del que surgen ciertas preguntas como si su existencia como instituciones estuviera vinculada a las necesidades de las comunidades que las cobijan, y si fomentaran un tipo de educación que garantice igualdad de oportunidades para todos sus públicos (Altbach et al 2010).

Si bien los sistemas de enseñanza de alto rendimiento no se agotan solo con las universidades de investigación –están también los institutos politécnicos, las escuelas de humanidades, los colleges, las universidades tradicionales– y que en conjunto producen los especialistas que el mercado laboral necesita en todos los sectores, también es necesario comprender los rasgos de la época en la que existen: un rol muy marcado del sector privado que complementa la preocupación del Estado, el acceso masificado a la educación y la posibilidad de proyecciones a poblaciones que hace unas décadas no habrían tenido esa oportunidad, la privatización de la educación y el establecimiento de modelos comerciales basados en la enseñanza y la especialización, el surgimiento de nuevas potencias de investigación en Asia, el auge del desarrollo digital a bajo costo y su impacto en la tecnología y la innovación, la globalización y también las sucesivas crisis económicas. Todo eso influye en la perspectiva acerca de su rol en la sociedad contemporánea (Salmi, 2009).


Características de las universidades de investigación

Como ya se ha mencionado, los informes del Banco Mundial son concluyentes: pensar en el establecimiento de universidades de investigación en la actualidad equivale a pensar en el establecimiento de universidades de clase mundial. Las altas cualificaciones y posibilidades de desempeño que presentan los graduados de estas organizaciones, el prestigio asociado con las publicaciones que presentan los alumnos y docentes sobre sus investigaciones y estudios, y la efectividad de la transferencia de conocimiento que brindan al sector privado y público, demuestran que las universidades de investigación son un nuevo modelo educativo que integra los saberes y los hace interactuar en el mercado global a distintos niveles (Slaughter y Rhoades 2004; OECD 2009; Salmi, 2009).

Desde ese enfoque, el funcionamiento de las universidades de investigación depende de los mismos factores de las de rango mundial: un talento potencial concentrado entre docentes, investigadores, alumnos y gestores de los fondos con los que se maneja la institución, una gobernabilidad exitosa y flexible que la lleve a replantearse en distintos contextos culturales y políticos sin sacrificar su autonomía académica y financiera y su visión organizacional, y abundantes fuentes de recursos –en forma de donaciones, contribuciones e inversiones del sector público y privado– que permitan el despliegue de herramientas y espacios que faciliten la investigación y la experimentación (Salmi, 2009; Banco Mundial, 2002).

En ese sentido, las universidades de investigación representan más un ideal acerca de lo que se espera de la educación terciaria en el futuro. De allí que en muchos casos sean consideradas elitistas: deben serlo por sus rasgos meritocráticos que abarca no solo los elevados estándares de la enseñanza y los altos costos de las matrículas, sino también por sus políticas de contrataciones, por sus estrategias de financiamiento de proyectos de investigación y de internacionalización, y por el constante monitoreo de las cualificaciones de su personal docente y administrativo. No son necesariamente democráticas por cuanto no estarían basadas a satisfacer la demanda de amplias poblaciones sino, por el contrario, están inclinadas a descubrir los méritos y perfeccionar una excelencia a las que muchas personas no podrían acceder ni desarrollar. Estas universidades de investigación representan una suerte de apuesta que se requiere para seguir a la vanguardia del conocimiento a nivel mundial y, al mismo tiempo, para proponer nuevas formas que desestructuren el status quo de los modelos de educación de las instituciones tradicionales (Salmi, 2009).  

Desde esta línea de pensamiento, hay una razón más por la que las universidades de investigación conservan una inspiración meritocrática, más que elitista, en comparación a otro tipo de organizaciones: de ellas proviene la mayor cantidad de información y conocimiento que luego será aprovechado por la comunidad científica –en forma de avances médicos y militares, por ejemplo– y el sector privado –como la industria farmacéutica, por citar un caso–. Son pocas las instituciones en el mundo que realizan una investigación pura en el sentido de que luego sus resultados puedan ser canalizados como beneficios en forma de productos y servicios en distintos sectores. Esto también explica por qué estas universidades están relacionadas con elevados presupuestos (Salmi, 2009).

En cierto modo, esta misma dimensión denominada elitista es lo que ha generado no pocas críticas a las universidades de investigación. La principal es que, por su propia dinámica, podrían resultar muy vinculadas a las compañías y corporaciones, lo que podría desnaturalizar los resultados de las investigaciones bajo posibles conflictos de interés, cuando no casos de corrupción (Slaughter y Leslie, 1997).

A pesar de estas críticas son éstas universidades las que aparecen en las primeras posiciones de los rankings –como se expuso anteriormente- y las que –mayoritariamente- contribuyen al desarrollo de la ciencia y a la conexión de la universidad con la sociedad. Por esta razón podemos afirmar que las universidades de clase mundial (atendiendo a los rankings anteriormente mencionados) son universidades de investigaciónaunque con ciertos matices en sus características principales, como una docencia relevante, una investigación pionera y una gran krelevancia y vinculación con la sociedad (Cazorla et al, 2014). Después, este último especialista desarrolló, después de haber trabajado en varias universidades (UCLA, UCB, UPM y UPS) un informe –sintetizado en las siguientes páginas- donde se hace hincapié en la gradualidad del concepto universidad de investigación como una meta que puede convertirse en un plan de mejora continua y que aporta una visión estratégica. A modo de ejemplo, las universidades de investigación ponen el énfasis más en el posgrado que en el grado, lo que no significa que solo sean de posgrado. En este sentido una universidad que quiere cambiar puede comenzar con un posgrado de nivel internacional que poco a poco se vaya enriqueciendo y mejorando.

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